martes, 18 de abril de 2017

No aplauda, que no se escuchan mis gorjeos....

En los conciertos de música clásica (o música culta), existe la norma de que entre números o movimientos de una misma obra, no se debe aplaudir, para no romper el clima, la atmósfera, la concentración de los músicos, etc, etc… Esa convención ha llegado a un nivel tal que incluso puede estar la obra recortada sin incluir todos los números que la componen, o sólo unos pocos de la misma que no tienen ni por qué ser consecutivos, que la norma prevalece. Se ha llegado a casos de conciertos que si incluyen varias piezas agrupadas o tabuladas en el programa de mano bajo un mismo compositor o estilo o cualquier otro criterio, se mantenga esta norma para todas las piezas de ese grupo. Todo lo que va junto no se interrumpe.

Vale, bien, sin problema... Pero mi experiencia me demuestra que esto se ha convertido más en un cliché social para intentar demostrar un supuesto mayor nivel cultural, que en un acto de respeto a la música, la atmósfera o los músicos, por dos razones principalmente. Si algún incauto comete el ademán de aplaudir, será inmediatamente increpado por unos chistidos incluso comentarios en voz alta, muchísimo más molestos e impertinentes con la música que unos agradecidos aplausos, dónde va a parar.


Pero la peor de las alternativas, hasta el punto de sonrojo y hasta la risa, es el aluvión de estentóreas y contagiosas toses, carraspeos y demás gruñidos guturales que hasta parecen hacerse con regodeo y afán de protagonismo. “Es el momento de las toses y lo sé. Y observen cómo domino la técnica…. Huahf, hauahff….. ejjjjjeeemmmmm”.  Y no es posible que tanta gente esté de acuerdo en que aplaudir es pecado capital, pero tenga la necesidad imperiosa de rellenar el aburrido silencio con tal gama de bramidos y percusiones de mucosas varias en sus tractos respiratorios, sinceramente, mejor aplaudan.


Esta convención que se empezó a imponer en las salas de concierto del siglo XX, no ha llegado a inocularse en los teatros de ópera, por ejemplo, donde es habitual que tras un número emocionante y bien interpretado se ovacione, sobre todo a los solistas. Incluso perviven las peticiones de bis (repetición de un número), convirtiéndose en todo un acontecimiento cuando esto sucede. En las salas de concierto se conserva el bis como propina fuera de programa o repetición de alguna de las obras para agradecer o corresponder a los aplausos finales, llegando incluso a darse por descontado y como norma con independencia de la duración o fuerza de la ovación. Un bis de un movimiento en medio de una obra de concierto, como pasa con la ópera, hoy en día sería impensable.

Por el contrario, sí que es habitual y mucho más irrespetuoso desde mi punto de vista, el comenzar ese aplauso antes de que el número o la pieza finalice, con la orquesta (o el piano) aún sonando. Rara vez se protesta y sin embargo es mucho más habitual este aplaudidor precoz, que el que se atreve a hacerlo entre movimientos.

En cualquier caso, si tanto preocupa el respeto a las obras, a las atmósferas y climas (o clímax), a los intérpretes, el aplauso, como muestra espontanea de agradecimiento y reconocimiento, me parece el último de los problemas. Y mucho más placentero que los mencionados redobles de quejumbrosas y curtidas tráqueas, en mi humilde opinión, y si se trata de una cuestión de respeto, rara vez ganará el del índice en los labios. Aunque no creo que sea una costumbre fácil de cambiar, parecen muy satisfechos los chistadores en su actitud, no vendría nada mal un poquito más de naturalidad y sentido común en estas cuestiones. Para el postureo ya tenemos las redes.